Hay días en los que incluso el propio hogar parece ruidoso. Las cosas están desordenadas, la mirada no encuentra un punto de apoyo, los pensamientos saltan. Y entonces se anhela algo diferente – no más, sino menos. Un lugar que sostenga. Que no pregunte, sino que simplemente esté. Que sea silencioso. Tan silencioso que uno pueda volver a escucharse a sí mismo.
Precisamente de eso se trata el llamado "Asian Living".
"La Vida Asiática" no es un fenómeno nuevo, sino que está profundamente arraigado en tradiciones centenarias de Japón, China, el sudeste asiático y la India. Sin embargo, en nuestro mundo occidental, hoy se presenta como un suave recordatorio: de la simplicidad, la claridad, del poder de lo poco. Espacios que no están sobrecargados, sino que dejan espacio: para los pensamientos, para la luz, para la respiración.
Materiales naturales como el bambú, el lino, la piedra o la madera sin tratar forman la base. ¿Colores? Discretos. Crema suave, gris arena cálido, un toque de verde musgo: todo parece tomado de la naturaleza. Es un poco como si el espacio mismo susurrara: "Puedes dejarlo ir."
Las plantas son parte de ello, no como elementos decorativos, sino como compañeros silenciosos. Un bonsái en el alféizar de la ventana, un pequeño bambú junto a la mesa de té, una piedra de la última vacaciones. Nada es casual. Todo tiene significado.
¿Y en el suelo? Ahí comienza la magia: una alfombra tejida a mano no solo hace que el espacio sea más cálido, sino también más suave, en el sentido literal y figurado. Lleva patrones que cuentan historias: de flores de loto, de ríos, de mandalas.
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Una alfombra en Asian Living no es un accesorio. Es un elemento central: una declaración de artesanía, patrimonio cultural y simbología silenciosa. Ya sea de India, Irán o China: Estas alfombras son únicas. Hechas de lana, seda o cáñamo. Cada nudo cuenta una historia de tiempo, de dedicación. No se colocan en cualquier lugar. Se les da un lugar. Bajo la mesa de té. Frente a la cama. En la entrada. Y de repente, una habitación se convierte en un escenario para la atención plena.
Aquí fluyen la comunidad y el retiro entre sí. Grandes alfombras con motivos florales o simbolismo geométrico conectan muebles bajos y cojines de suelo en un todo. Alfombras Gabbeh con colorido natural encajan igual que las alfombras de seda con patrones de bambú o loto.
Quien por la mañana pone el pie sobre una alfombra suave, comienza el día de otra manera. Colores como el rosa, la arena o el gris claro, materiales como el cáñamo o la lana, todo ello invita a la relajación. Las alfombras tejidas a mano con motivos meditativos aportan silencio al espacio.
Aquí se decide cómo se será recibido – por el día, por la vida, por uno mismo. Una estrecha alfombra con un ornamento asiático puede ser una puerta a la tranquilidad. Fácil de cuidar, robusta, clara.
Alfombras redondas o alfombras cuadradas con mandalas o símbolos Om dan enfoque. Materiales aptos para estar descalzo como la lana virgen o la seda invitan a la práctica. Colores como terracota o verde musgo aportan conexión a la tierra.
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El estilo asiático no es para todo el mundo, sino para personas que anhelan profundidad. Es el consciente no al exceso. Y el silencioso sí a la reducción, a la belleza en lo simple, a vivir el momento. Una alfombra hecha a mano no es un detalle. Es parte de la historia que cuenta el espacio. Y a veces, de manera casual, también es parte de la nuestra.
Quien se sumerge en este mundo se da cuenta rápidamente: no se trata de colores llamativos o patrones exóticos, sino de una sensación. Calma. Claridad. Conexión con la naturaleza. Quien decora espacios en este estilo no busca efectos rápidos, sino equilibrio, y precisamente eso puede subrayar maravillosamente una alfombra bien elegida.
Por ejemplo, están las finamente anudadas alfombras China Ghom. A menudo con detalles florales, medallones discretos y un toque de brillo sedoso, perfectas para acentuar un espacio de manera sutil pero presente. Motivos como el loto o las nubes aportan una calidad casi meditativa sin resultar sobrecargados. Más sobre alfombras China
Menos artísticas, pero mucho más sinceras son las alfombras Gabbeh que provienen originalmente de Irán, un país que desde hace siglos es conocido por su excelente arte en alfombras. ¿Sus colores? Cálidos, terrenales. ¿Sus patrones? Generalmente sencillos, a veces casi ingenuamente infantiles.
A menudo, las alfombras Kelim son aún más discretas, que no solo provienen de Irán, sino también de regiones adyacentes.
En el estilo asiático, la alfombra nunca es solo una alfombra. Es parte de un pensamiento más amplio: menos es más. El silencio puede ocupar espacio. Y la belleza a menudo reside en lo discreto.